jueves, 1 de junio de 2017

Es gracioso, siempre vengo cuando algo duele. Los últimos meses fueron fabulosos, de esos en los que todos los días volvés feliz, agradeciendo cada instante de tu día, cada pequeña cosa que te pasó. Desde hace un mes estoy perdida. Muchos cambios, cosas a las que estabas acostumbrado y con las que ahora ya no podés vivir. Tu mente divaga, siempre está en cualquier lugar, menos en el aquí y ahora. Estás rodeada de gente hermosa, que está feliz de volverte a ver luego de una larga ausencia, pero vos no estás acá, vos no volviste, o sí, pero estás como ausente. En realidad estás más presente y conciente que nunca, y eso duele. La realidad duele. Duele mirar y ver segundo a segundo todo complicarse, oscurecerse. En cada instante a todo de lo que te vas a aferrar le salen espinas. Y es acá y es allá, es cerca y es lejos, en todos lados. Ya no pertenecés a ningún lugar, y pertenecés un poco a todos. Estar de vuelta sin estar de vuelta duele. ¿Dónde estoy?¿A dónde me quedé? Los sentidos están ausentes. No ves, no percibís y no podés poner tu mente acá, donde está tu cuerpo. Y te estancás, flotás en el tiempo, avanzando hacia el futuro, pero sin elegir dirección y perdiendo de vista el objetivo. Una vez más necesito encontrarme, necesito aprender a manejar este dolor, esta angustia que genera lo que no se puede cambiar, lo que tenés que llamar "realidad". Por más que no te guste, por más que parezca injusta.

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